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Una vez más por favor, de Michel Tremblay


El teatro es el fondo y la madre es el pilar.
Texto y fotos: Salvador Perches Galván.

Vasta península continental, con un territorio de 1.7 millones de kilómetros cuadrados, Canadá cuenta con una población diversa, venida de todos lados del mundo y bien anclada en el suelo de América, fiel a sus orígenes europeos, abierta a todos los horizontes, el Quebec de hoy. Única sociedad mayoritariamente francófona en América del Norte, se ha formado a partir de mestizajes culturales y mantiene un profundo vínculo con su cultura, símbolo mismo de su identidad, al tiempo que se afirma como un Estado moderno, volcado hacia el futuro. 

Encrucijada de la cultura europea y la norteamericana, Quebec, con sus 7.5 millones de habitantes, desborda energía creativa y vitalidad cultural. Éstas se manifiestan tanto en la literatura, el cine, la música, el teatro, la danza o las artes circenses, como en la pintura, la escultura o los oficios artísticos.
Prueba de esto es el impresionante número de creadores quebequenses que brillan en la escena internacional: Céline Dion, Leonard Cohen, le Cirque du Soleil, Denys Arcand, Robert Lepage, Michel Tremblay, Marc-André Hamelin, Michel Marc Bouchard, Wajdi Mougad y hasta DJ Ram, entre otros.



En los últimos años las presentaciones culturales provenientes de Canadá han sido muy variadas, desde espectáculos de extraordinaria calidad como el Cirque du Soleil y la Orquesta del Centro Nacional de las Artes bajo la dirección de Pinchas Zukerman, hasta atractivas producciones de obras de Larry Tremblay y Marc Michel Bouchard, sin olvidar los electrizantes conciertos de Avril Lavigne y el grupo Simple Plan, que han cautivado al público mexicano. Como país invitado de honor para el Festival Internacional Cervantino, Canadá ha hecho sentir su presencia. 

El teatro canadiense, particularmente el que se produce en la provincia de Quebec, ha tenido un desarrollo impresionante en las dos últimas décadas y es reconocido en los principales escenarios del mundo, con propuestas muy diversas que van desde la utilización de recursos multimedia en trabajos como los que realiza el extraordinario Robert Le Page o la compañía Les deux Mondes, hasta un teatro más íntimo como el que escribe Susanne Lebeau para niños o Michel Tremblay para adultos, por mencionar algunos.

Un ejemplo de ello en el terreno de la dramaturgia quebecúa contemporánea es la obra Una vez más, por favor, que en el 2011 Ocesa estrenó en el Teatro del Hotel NH, con el nombre Por el placer de volverte a ver, de Tremblay, dirigida por Claudia Romero. 



Se trata de un poderoso texto que apuesta por el trabajo actoral, en medio de un universo de nostalgia, evocación y ruptura del tiempo.

La familia, el concepto de felicidad y la incapacidad del ser humano para comprender las necesidades del otro, son los elementos detonadores de la acción en esta obra basada en la palabra, donde es mucho más importante lo que dicen los personajes que lo que hacen. El autor hace una revisión del sentido de la familia, su capacidad destructiva, el mundo sentimental que implica este núcleo y la manera en que ha cambiado el concepto de cotidianeidad, convivencia y sentido de vida con el paso del tiempo.

Los personajes de esta historia de familia manifiestan emociones como la nostalgia por la casa materna, la ausencia, el recuerdo de aquellas figuras que fueron determinantes, consciente o inconscientemente, en su formación, en la creación de su estructura sentimental. Presente y pasado se combinan en escena de manera simultánea para abordar temas controvertidos como las complejas relaciones familiares o la homosexualidad y cómo estas circunstancias se vuelven tabú, cuestiones ocultas en cualquier historia familiar, a partir de un texto sensible y su manejo del tiempo, así como en el trabajo del actor.


El humor y la risa también tienen un espacio dentro de esta propuesta, un lenguaje de lo trágico ampliamente presente en el texto, como elemento fundamental que manifiesta en la risa un momento de libertad.

Michel Tremblay nació en los barrios de la clase trabajadora de Montreal, Quebec, en 1942, siendo uno de los más jóvenes en una familia de 13 hermanos. Su estilo dramatúrgico es identificado como propio de un teatro quebecúa que no puede ser confundido con ningún otro. También es autor de comedia musical, novela de ficción, guiones para cine, ópera, sketches autobiográficos, cuentos, historias cortas y traducciones de autores como Chejov, Tennessee Williams, Aristófanes, Paul Zindel y Darío Fo.

Hace más de dos mil años, la Electra de Eurípides decía: “¿Cómo comenzar mi acusación? ¿Cómo terminarla? ¿Qué decir en el medio?” En esta era del eufemismo y del lenguaje estereotipado, en que es mejor tratar de no herir la susceptibilidad de todo el mundo, que decir las cosas tal cual son, el grito de la hija de Agamenón sigue siendo pertinente. ¿No es esa la misión del teatro? Acusar. Desnudar.



 Provocar. Molestar.
Ciertamente no son la globalización, de la que se habla hasta el cansancio y la universalidad a toda costa, lo que amenaza con reducir nuestro mundo al tamaño de una aldea donde todo es igual, las que facilitarán la misión del teatro en nuestra sociedad cada vez más aseptizada y sujeta a los grandes monstruos “culturales” que tienen tendencia a dirigir todo desde lo alto de su poder. Por mucho querer que todo se parezca, 
nada se parecerá más a nada.

La salvación, en el principio de este tercer milenio, vendrá más bien de esas pequeñas voces que surgen de todas partes para acusar la injusticia y, de acuerdo con los fundamentos mismos del teatro, extraer la esencia del ser humano, exprimirla, transponerla para compartirla con el mundo entero. 

Esas pequeñas voces vienen de Escocia, de Irlanda, de África del Sur, de Quebec, de Noruega y de Nueva Zelanda, hacen oír por doquier su grito de indignación, poseen a veces un perfume regional y una coloración precisa que no tienen nada de global, es cierto, ¡pero por lo menos son auténticas!.
Y ellas le hablan a todo el mundo porque desde el principio se dirigen a alguien, a un público en particular, que puede vibrar reconociendo sus emociones y sus penas, llorar por sí mismo y reírse de sí mismo. Y el mundo entero se reconocerá si desde el principio el retrato esbozado se le parece.
Porque la universalidad de un texto de teatro no se reconoce por el lugar en el que ha sido escrito, sino por la humanidad que se desprende de él, por la pertinencia de sus ideas, la belleza de su estructura. No se es más universal porque se escriba en París o en Nueva York 
que en Chicoutimi o Port-au-Prince.

Se es más universal cuando, al hablar de lo que se conoce a un público que acepta verse y autocriticarse, por el milagro del teatro, por la fe que se pone en él, por la sinceridad con que se lo crea, se llega a cantar y a describir el alma humana, a hurgar en sus arcanos, a restituirle toda la riqueza.

Chejov no es universal por el hecho de ser ruso, sino porque describe genialmente el alma rusa en la que todos los seres humanos pueden reconocerse. Sucede lo mismo con todos los genios, aún con los simplemente "buenos” autores de teatro, cada réplica escrita por un autor en cualquier parte del mundo es por definición universal si ella expresa el grito fundamental de Electra: 
“¿Cómo comenzar mi acusación? 
¿Cómo terminarla? 
¿Qué decir en el medio?”
Michel Tremblay , 24 Julio 1999 

En nuestro país conocíamos de Michel Tremblay, primero como lectura y luego como escenificación formal dirigida magistralmente por Alberto Lomnitz, Albertina en cinco tiempos, en que se presentan cinco etapas de la misma mujer, interpretadas por otras tantas actrices, y es al final cuando conocemos la realidad de la historia y la razón del colapso nervioso de la protagonista. 



Posteriormente Raúl Quintanilla dirigió La casa suspendida, otro conmovedor texto del dramaturgo quebequense, que también al final revela mucho del entramado familiar que propone y nos hace repensar algunas características de sus personajes. 

En La casa suspendida, Tremblay explora la búsqueda del sentido humano a través de las relaciones familiares en distintas épocas. Se hace la revisión sobre el sentido de la familia, la capacidad destructiva de la misma, el manantial de nuestro mundo sentimental y cómo ha cambiado el concepto de cotidianidad, convivencia y sentido de vida con el paso del tiempo. 

Nuestra casa materna siempre estará presente. Es una eterna nostalgia, hay una parte oscura que nos obliga a recordar y que está flotando, suspendida, en una caverna oscura que no acabamos de conocer. Vivimos siempre en un proceso de nostalgia y anhelo. 

La dramaturgia de Michel Tremblay se ha caracterizado por reflejar la condición humana y retratar diversos aspectos de la familia. La visión de su madre es fundamental en su trabajo, y por tal razón se repiten personajes con las mismas características.

Luego de un abreve y exitosa temporada Una vez más por favor, dirigida por Mario Espinosa, vuelve al Teatro Julio Jiménez Rueda, traducida por Pilar Sánchez Navarro, adaptada por Humberto Pérez Mortera, e interpretada por Angelina Peláez y Arturo Beristain, actores del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro, inscrita en el ciclo Patrimonio Universal del Teatro.

La obra fue escrita por el dramaturgo después de la muerte de su madre, por lo que convierte cada diálogo en una carta abierta para retratar las vivencias cotidianas a su lado, así como para expresarle todo aquello que no pudo decirle en vida. Aunque se trata de una madre de la clase trabajadora en el Montreal de los años 50, apela a la madre universal, omnipresente y energética, reconocible en Occidente.

Como buen escritor de novelas cortas, guiones de cine y teatro, Michael Tremblay presenta Una vez más por favor como una divertida y nostálgica pieza, centrada en el recuerdo de su madre. En esta plantea partes claves de su relación con su progenitora, la develación del carácter de ella y hasta cómo se las ingeniaba para tolerarla, comprenderla y amarla profundamente. “Y quién esté libre de ello, que arroje la primera piedra”, señala el director, quien admitió: “Aprovecho este viaje para saludar a Areli, mi madre, con quien comparto algunos de estos pendientes”. Volviendo al autor, el personaje tomó de su madre lo esencial, lo que lo ayudó a ser un lector voraz, a soñar, imaginar y crear ávidamente hasta llegar a convertirse en teatrista de renombre, con el pasar de los años. Es por tanto, esa mirada narrativa de un personaje que arma ante los ojos del público el sube y baja de lo existencial, sobre lo que puede serle cómodo o difícil pero que, a fin de cuentas, le ayudó a construir un devenir. El teatro es el fondo y la madre es el pilar y un personaje que con vívida descripción deja una lúcida reflexión sobre la naturaleza de quien decide escoger el mundo de las tablas. Es una pieza anecdótica con toques autobiográficos, minimalista en sus acciones, plena de sutilezas y radiantes detalles que atrapan por su encanto.



A través del teatro hace un recuerdo de su madre, de su infancia y cómo él se hizo un hombre sencillo, intelectual, siendo ella una mujer sin pretensiones artísticas que muere de manera dolorosa, de ahí que use el teatro como una manera para despedirse trayéndola al presente y recordando la vida que tuvieron juntos.

Gloria Carrasco encargada del diseño de escenografía consideró que el interés espacial es cómo transita el recuerdo a partir del vestido rojo floreado de la madre y cómo poco a poco todo el espacio se irá envolviendo y permeando de este recuerdo a partir de esta imagen fija.

De acuerdo con Mario Espinosa, Rachel Whiteread, artista visual contemporánea, trabaja con moldes de varios materiales sobre objetos y casas para revelar volúmenes que se convierten en contenedores de tiempo, de memorias olvidadas, las llamadas memorias sin recuerdo. El trabajo de esta artista británica ha sugerido a Espinosa ideas para descifrar este viaje a través de la memoria propuesto por Michel Tremblay, donde a partir de objetos y sonidos, un hombre hace singulares invocaciones.
El hijo viaja a diferentes etapas de su vida, tal vez para saldar deudas con su madre o la relación que tuvo con ella, y esos pasajes de su vida se dan a los 10, 13, 15, 18, 20 y 60 años de edad.

Angelina Peláez dice sentirse muy contenta por este trabajo escénico y señala que desde que leyó el texto deseaba montarla. “De hecho, antes que tuviéramos los derechos, había leído el texto y me encantó, pero lamentablemente el productor que la compró, primero no coincidíamos en los tiempos, entonces cuando terminó, solicité los derechos para montarla con la Compañía y estoy muy contenta”.

El teatro es de todos. ¡Asista!

Absolutamente recomendable, 
Una vez más por favor, de Michel Tremblay. 
Dirección: Mario Espinosa
Actuación: Angelina Peláez y Arturo Beristain.
Teatro El Galeón. Centro Cultural del Bosque. Reforma y campo Marte s/n a espaldas del Auditorio Nacional. Metro Auditorio.
Del 14 de febrero al 10 de  marzo
Jueves y viernes 20:00 horas. Sábados 19:00 horas. Domingos 18:00 horas.
Localidades $ 150.00
Descuento: estudiantes, maestros, INAPAM, tarjetas Maestros a la Cultura y Sépalo 50% de descuento. Trabajadores del INBA 75% de descuento

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